Santidad es Comunión
Con todo lo que hemos venido exponiendo podemos entonces resumir que la santidad es el resultado, es el fruto de la unidad con el Padre, es el fruto de poner nuestra voluntad a un lado para hacernos uno con la voluntad del Padre. Ahora esta unidad no es algo que nosotros hacemos o que nosotros procuramos desde una mentalidad legalista, sino desde nuestra posición como hijos.
Cuando esta unidad se da desde la posición de hijos, lo que ocurre es comunión, y nosotros entonces actuamos deleitándonos en Cristo. A veces nosotros tenemos el concepto de Jesús como una persona que era 100% Dios y que debido a ese atributo de deidad que había en Él, para el debió ser más fácil vivir la vida piadosa que Él vivió, pero lo que nosotros olvidamos es que dice la palabra en Filipenses 2:6 “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”. Es decir que siendo Él igual a Dios no tomó esto como una cosa de la cual sacar provecho o ventaja, sino que Él se despojó de Su naturaleza divina y asumió un revestimiento de humanidad; Él era 100% humano, Cristo se despojó de Su poder, Él se despojó de Su deidad, se despojó de Su posición y aunque Su concepción y Su ADN y la forma en la que fue concebido, fue sin ningún tipo de pecado porque el provenía del ADN mismo de Dios, aun así Sus atributos físicos era 100% humanos, físicamente Él tuvo que aprender a comer, Él tuvo que aprender a caminar, tuvo que aprender a hablar, tuvo que aprender la ley, el tuvo que aprender todas las cosas pertenecientes a la vida, el tuvo que aprender todas las cosas de manera que debió aprender a caminar en dependencia, ya no había un poder sobrenatural por así decirlo en Él, aunque estaba lleno del Espíritu pero no había un poder de Dios o no era un poder divino lo que le hacía sujetarse al Padre, era 100% Su voluntad humana siendo rendida a querer hacer la voluntad del Padre. Cristo era 100% humano demostrándonos un patrón que nosotros debíamos de saber.
Es decir, que Cristo mismo obtuvo santidad no porque Él era el hijo de Dios, sino porque decidió permanecer en comunión con el Padre y no hacer las cosas a Su propia voluntad sino las del Padre, por eso lo vemos decir repetidamente “yo hago la voluntad del Padre y no la mía”. E n eso permanecía Él, en un contante rendir de Su voluntad; lo que lo hacía estar en un constante proceso de comunión que lo ayudaba a tener el fruto de la santidad. Ya eso lo hacía Santo, el que no actuaba de forma independiente, contrario de lucifer que actuó de forma independiente y entonces presento una manifestación de rebeldía que lo dejo de hacer santo y lo tuvieron que expulsar del cielo, porque lo contrario a la dependencia no solo es independencia, es rebeldía y la rebeldía es lo contrario a lo que es el carácter del hijo.
Entonces; ser un hijo es ser dependiente, y ser dependiente es ser Santo. Cuando nosotros vemos a Jesús, nos damos cuenta que Su proceso diario era de rendir Su voluntad aun hasta en el momento más difícil de Su vida, que fue en el jardín de Getsemaní. Le dijo al Señor tres veces: “Señor si puedes pasar de mi esta copa, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” eso es una expresión de una forma absoluta de humildad, de humillación, y la palabra del Señor dice que el humilde será exaltado, la palabra del Señor dice que los santos verán a Dios.
Cuando nosotros somos santos podemos ver a Dios, por eso es que Jesús tenía tiempos de intimidad en la búsqueda del Señor tan poderosos, que Él podía ver el rostro del Señor, porque estaba permanentemente en unidad con el Padre; y no era una unidad donde sencillamente estaba orando todo el tiempo o que invertía grandes horas en oración, sino que, en Su diario vivir, Él rendía Su voluntad, eso es un proceso constante de estar conectados con el Padre.
A veces nosotros sentimos que tenemos una vida secular y tenemos una vida de buscar a Dios, y sentimos que cuando nosotros salimos de nuestro rincón de orar y empezamos a hacer una vida secular, hay una desconexión de lo que es la presencia de Dios, de lo que es eterno. Y nosotros olvidamos el ejercicio de nuestra libertad.
Cuando estamos constantemente queriendo hacer la voluntad del Padre, nosotros estamos en una constante comunión, por lo tanto, no hay una separación entre lo secular y lo sagrado, siempre estamos en un constante progreso de comunión, si aun en nuestras decisiones diarias, nuestra cotidianidad, nuestro trabajo, en nuestro día a día, y nuestra mentalidad es de dependencia y no de independencia y aun actuando en atmosferas de trabajo, hogares, casa, etc. Dios nos ha puesto autoridades para que nosotros podamos ejercitar nuestra voluntad y nuestra libertad diciendo me voy a sujetar a mi jefe, me voy a sujetar a mi esposo, me voy a sujetar a las reglas de la casa… porque todo lo que nos lleve a practicar la sujeción automáticamente nos obliga a poner a un lado nuestra voluntad, pero está formando en nosotros el fruto de la santidad por medio de nuestras obras de justicia.
Entonces esto es muy importante entenderlo porque si en algún momento el hijo de Dios no hubiese permanecido en obediencia, si en algún momento Él como humano hubiese decidido actuar independiente a Dios o no hacer la voluntad de Dios, Él no hubiese podido ser Santo y sin santidad no hubiésemos podido alcanzar la obra de redención que vino por medio de la cruz.
Que impresionante pensar que una obra de redención tan poderosa que transformo la vida en la humanidad, que dividió el tiempo entre antes de Cristo y después de Cristo, fue el resultado de un constante proceso de rendir Su voluntad y hacerse uno con la voluntad del Padre, de manera que por medio de la unidad y la comunión se produjese santidad.
La santidad que había en Jesús aumentaba en la medida que Él cada día más, iba rindiendo e iba cediendo es decir, que nosotros podemos crecer en nuestra santidad, es decir, que nosotros podemos crecer en la estatura que Cristo se va reflejando dentro de nosotros, mientras que nosotros vamos muriendo y nos vamos entregando y haciéndonos uno con la voluntad del Padre, lo más que Cristo es en estatura y se va formando; y es lo que se va reflejando refiriendo nuestro cuerpo como muerto, nuestros seres, el yo como muerto… y exaltándose Cristo como vida dentro de nosotros.
Esta es la verdad de la santidad, que es el resultado de la comunión, que es el resultado de la unión, y que comienza la antesala, es una decisión: que voy a hacer con mi libertad y lo que decido hacer con mi libertad es que no se haga mi voluntad sino la del Padre.
Comienza con una decisión que es diaria, que es un constante, que no deja de suceder, estamos en un constante proceso de rendir. Pero lo maravilloso es que en la medida que lo empezamos a hacer se va depositando una gracia como lo mencione antes y esa gracia nos va dando el poder y a medida que va aumentando en nosotros los niveles de gracia, en esa medida, nosotros vamos encontrando mayor fortaleza para poder resistir, avanzar y movernos en diferentes niveles, nosotros nos vamos acumulando en gracia.
Y recuerda lo que explique antes: la gracia no solamente es el poder, sino que transmite el carácter mismo de Dios. Vamos creciendo y nos vamos fortaleciendo en poder, a medida que vamos aumentando en esa gracia.