La Santidad y la Unidad
Muchas veces el concepto de santidad para nosotros es muy difícil ejercitarlo, porque muchas veces no lo entendemos de forma práctica; usualmente lo entendemos de forma legalista. Cuando hablamos de santidad, inmediatamente pensamos en un conjunto de normas, estatutos y reglas morales que debemos cumplir para poder nosotros reflejar el carácter de Dios. Sin entender que básicamente la santidad solo puede ser alcanzada por medio de la unidad.
Es la unidad con El Padre, la unidad con el Hijo y la unidad con el Espíritu Santo. Es el fellowship, el compartir; el hacernos uno con el Padre. Especialmente es Su voluntad de Padre lo que va formando en nosotros a Cristo y el ser santos.
Cuando nosotros queremos de forma práctica ejercitar nuestra santidad, implica que estamos en un constante proceso de rendir nuestra voluntad; a diferencia de los conceptos legalistas de santidad, donde es la imposición de un conjunto de reglas externas que nosotros debemos hacer como obras para nosotros podernos ver santos.
Las obras deben ser siempre el resultado de un corazón que ha sido rendido. Un corazón que rinde su voluntad automáticamente al querer hacer la voluntad del Padre, va a ejecutar obras que son las obras del Padre. Pero no ejecuta obras para ganar el amor, la aceptación o una posición ante el Padre; estamos usando el servicio como una forma de establecer identidad en nosotros. Estamos sirviendo desde una mentalidad de esclavos y no desde una mentalidad de hijos de la casa que nosotros somos.
Un hijo busca rendir su voluntad, y hacer que la voluntad de su padre se convierta en la suya propia. Hacernos uno con la voluntad del Padre es lo que nos lleva a vivir una vida de constante dedicación, es justamente el querernos hacer uno con el Padre lo que hace que nuestro sacerdocio sea real y sea santo, porque nos lleva a constantemente despojarnos de nuestra voluntad; nos despojamos de nuestra naturaleza, nos despojamos de nuestras propias fuerzas, de nuestra propia voluntad para revestirnos de Su voluntad. Y para hacernos uno con Su voluntad, como no está en nuestras fuerzas Él debe darnos la gracia.
Ahora la gracia no es únicamente la autoridad que Él nos da para poder hacer Su voluntad; por eso dice que Él pone el querer y el hacer, sino que también viene junto con esa gracia una impartición de Su carácter y cuando esa impartición de Su carácter llega a nosotros, estamos automáticamente siendo formados en Cristo.
Entonces esa identidad que se va formando producto de rendir nuestra voluntad para hacernos uno con la voluntad del Padre, es lo que nos da a nosotros santidad, nosotros nos hacemos santos por medio de la rendición, nos hacemos santos por hacernos uno con la voluntad del Padre y eso solo lo podemos lograr por medio de la gracia que es impartida y esa gracia nos da a nosotros también el carácter del Padre.
Por lo tanto, esta es la forma práctica de vivir una vida santa, es una vida rendida, es una vida que busca hacer la voluntad del Padre; no una vida llena de normas, por eso es que la santidad se obtiene de forma diaria, por eso es que la santidad ya nosotros la vemos desde el espíritu de hijos con el que fuimos adoptados, entendiendo que ya fuimos lavados con la sangre de Cristo, que ya fuimos colocados dice la palabra, en lugares celestiales, que ya nosotros estamos sentados junto con Cristo, que ya nuestro espíritu ha nacido de nuevo.
Ahora lo que nosotros vivimos es constante, la santificación es un proceso diario, que es el resultado de querer voluntariamente hacernos uno con la voluntad del Padre, no son reglas y no es un concepto legalista.