El año 2019 empieza un mover de Edificación

Una de las principales funciones de los dones es para la edificación del cuerpo de Cristo.

 Dios va a levantar con poder a individuos que han muerto, y como resultado de esa muerte han producido el fruto del Espíritu.

 

Pues recordemos que los dones son regalo de Dios, más los frutos son el resultado de una vida de rendición.

 

Dios desea hacernos fructíferos para que podamos emplear nuestros dones para la edificación. Recordemos que en el final de los tiempos todas nuestras obras serán pasadas por el fuego, de modo que las que no resistan el fuego, no permanecerán.

 

Así que Dios está interesado en que construyamos o edifiquemos cosas que permanezcan por la eternidad, para ellos deben ser edificados por el espíritu del Señor. Las obras edificadas desde la carne perecerán, pero las edificadas desde el espíritu permanecerán. Por eso estamos entrando en un tiempo de edificación, frutos y dones.

 

Nuestro fruto del Espíritu nos califica para co-crear con Cristo. No es sólo usar nuestros dones, sino un carácter probado por medio del cual se emplean los dones; es el tipo de edificación que queremos.

 

Cristo fue obediente hasta la muerte y manifestó como nadie el poder de los dones del espíritu; desde un carácter de siervo y espíritu humilde. Su obra todavía perdura.

 

Para edificar necesitamos sabiduría. La mujer sabia edifica. Con sabiduría edificamos; y ya explicamos que el principio de la sabiduría es el temor a Jehová, y ese temor perfecciona nuestra santidad.

 

Existe una relación poderosa entre edificar e instruir. Cuando somos instruidos somos inaugurados. Cuando la palabra dice “instruye al niño”, la palabra “instrucción”, es la misma que se emplea en hebreo para inaugurar una edificación.

 

Es decir, cuando somos instruidos, recibimos sabidurías, somos edificados. 

 

 

Esta común-unión define el alto llamado que tiene esta generación. Una gran Gracia va a ser impartida, para ayudarnos a alcanzar este lugar de santidad en unión con Dios. Dios nos va a limpiar la naturaleza terrenal que aun pueda estar residiendo en nosotros, por medio del poder de la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas. Esta gracia va a facilitar la transformación de nuestra mente y de nuestra naturaleza, para que sea acomodada en conformidad con la mente y la naturaleza de nuestro Señor Jesucristo. 

 

Existe un anhelo en el corazón de muchos cristianos sinceros, que están anhelando vivir una vida libre del espíritu de debilidad de este mundo y del espíritu de lujuria y compulsión de este mundo. Sin embargo, para verdaderamente acomodar ese propósito, debe residir y habitar en nosotros, la llenura y el fortalecimiento del Espíritu Santo, el cual cambia el ADN espiritual. El Espíritu Santo en nosotros es aquel que nos ayuda a llegar a los lugares más íntimos con Él, en Su presencia.

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